Muñequita de porcelana

Por Lara Benelli


 “Welcome to the Island of Misfit Toys”
The perks of being a wallflower

Hace mucho tiempo atrás, yo vivía en un mundo en el que era feliz. De verdad lo era.  Ninguna muñeca Barbie, ni siquiera un osito de peluche llegó a sentir la felicidad que yo sentí en algún momento, en ese mundo tan raro, tan vacío, tan insuficiente. Yo me sentía realmente bien, me sentía querida, me sentía valorada, me sentía de alguna manera viva. Vivía en una linda casa, dormía al lado de ella en una cama cómoda, jugaba también con ella en un cuarto divertido, salíamos a pasear a jardines coloridos. Cuando tenía frío ella era mi abrigo, me compartía su estufa y una taza de chocolate caliente en un sofá tibiecito. Cuando tenía calor ella era el aire que me refrescaba, me compartía un inflable en su pileta y una limonada con cubitos de hielo en una reposera mirando al sol. Todo lo hacíamos juntas, adonde quiera que ella iba me llevaba de su mano.
Todos a mí alrededor me envidiaban, porque no podían creer que yo pudiera recibir tanto cariño de parte de ella. Era una amistad completamente única. Me regaló el amor que nadie pudo volver a darme. Hasta que se terminó. Yo no pensé que ella pudiera olvidarse así de mí, no me lo esperaba, no lo imaginaba. Si me lo hubieran preguntado, hubiera defendido y negado que algo así pudiera pasar. Pensé que me necesitaba tanto como yo a ella, pero evidentemente no era así.
Ella estaba jugando en un arenero de una plaza, yo estaba a su lado como siempre, habíamos ido ahí porque era un día en el que se les festeja a los niños, creo que se le llama "el día del niño". Yo estaba feliz y supuse que ella también. Nos estábamos divirtiendo en el arenero hasta que entramos al tobogán, fue tan divertido. Nos deslizábamos por él una y otra vez, y no nos cansábamos. Era una sensación tan bella sentir que ella me tomaba de la mano y al deslizarnos por el túnel que llevaba al arenero ella me abrazara tan fuerte, como si nada pudiera separarnos.
Nos deslizamos tantas veces por ese túnel colorido y divertido que ya había perdido la cuenta. La estábamos pasando bárbaro hasta que sentí que una voz la llamaba, era una persona a la que llamaban "Juli". Y escuché que otra persona que vivía con nosotras en la casa a la que ella la llamaba "mami" le dijo "saluda a tu amiga Juli y vayan a jugar a las hamacas".  Yo siempre fui muy celosa con ella, no quería que tocara al perrito, no quería que peinara a su Barbie, no me gustaba que prefiriera mirar una película antes que jugar conmigo. Y por supuesto no me gustaba que llamara "amiga" a la tal "Juli". Su única amiga tenía que ser yo, ella no podía pasar tiempo con "Juli" porque estaba conmigo, jugando conmigo, divirtiéndose conmigo, siendo feliz conmigo, teniendo una amistad conmigo y nada más que conmigo. Esa "Juli" no tenía nada que ver con nosotras, así como no tenía nada que ver su perrito, su Barbie o su película. En mi vida sólo importaba ella y en la suya sólo tenía que importar yo. Ya estábamos completas, nos completábamos la una a la otra y no había espacio para "Juli", o hasta ese momento creí que era así.

Ella se alejó del tobogán con tal rapidez para ir a abrazar a "Juli" que yo caí al suelo de arena. Y ahí la vi tomar de la mano a "Juli" e irse a jugar a las hamacas.
La vi tan feliz, más feliz de lo que la veía cuando estaba conmigo, y de verdad no pude aguantar tal dolor. Para mí el mundo en el que vivía era tan insuficiente, porque ella era todo para mí, era lo único que yo tenía, nada me llenaba tanto como ella. El mundo no tenía felicidad sin ella. Y eso fue un golpe realmente doloroso. El ver que yo para ella no era suficiente, que prefería ver o explorar el mundo con "Juli" no era para nada feliz.
Y así quedé, olvidada en un arenero, con mi vestidito celeste lleno de polvo y arena, con mi pelo despeinado, con mi cintita blanca del cabello tirada a unos metros de mí.
Me fui entristeciendo de a poco... Hasta que me rompí.
Horas más tarde...
- ¡Vení Juli! Te voy a presentar a mi mejor amiga. Ella es hermosa, tiene un vestido celeste y su pelo está atado con una cinta blanca. -
- Ay bueno dale, así podemos jugar las tres y no nos aburrimos. -
- ¡Sísí! Es divertidísima, te va a encantar tirarte del tobogán con ella. -
- ¿Y dónde está? -
- ¡Uy no! Creo que se quedó jugando en el arenero, vamos a buscarla. -
- Creo que ahí está, ¿es esa? -
- Sí, pero... -
- ¿Qué le pasó? ¿Ya estaba así? -
- No... Se me rompió. ¡Mamiiii! -
- ¿Qué pasó corazón, por qué lloras? -
- Mi muñequita de porcelana... Se rompió. -  

- Labene.      
   
 

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