Amor venenoso

Por Lara Benelli

«Elige tu futuro, Elige la vida…Pero, ¿por qué querría yo hacer una cosa así?»
-Trainspotting

Mi hermano siempre fue propenso a la depresión. Yo creo que por los problemas que había en la casa de mis viejos y en su colegio. Eso lo hizo cambiar, porque de chico era un nene alegre, tierno, simpático. La verdad no lo culpo por todo lo que pasó, yo habría terminado igual si no me hubiera ido de la casa de mis viejos a en el momento indicado, y él tampoco si yo lo hubiera ayudado a tiempo. 
Todos los que entraban en esa casa (casa de mis papás) salían depresivos, drogadictos, alcohólicos, con desórdenes alimenticios, agresivos, o algo por el estilo, en fin, locos. En esa casa solo se conoce la palabra "problemas" y la solución para afrontarlos; (en realidad para evadirlos). A medida que fui creciendo, en mi adolescencia más que nada, me di cuenta que mi casa era un infierno. La verdad no era el mejor ambiente para vivir. Mi mamá era prostituta, toda la vida lo fue. Mi viejo era proxeneta y a veces era violento y vendía droga, así que ya se imaginaran las cosas que pasaban en ese lugar al que tenía que llamar "hogar". La casa siempre estaba llena de clientes de mi vieja y drogadictos o alcohólicos amigos de mi papá. Todos los días eran lo mismo, violencia, gritos y vicios. 
A los 17 años me fui a vivir con una amiga y me escapé de ese mundo asqueroso, pero cometí un error que no me voy a perdonar nunca. Me fui y no miré atrás. Lo dejé a mi hermano viviendo ahí, él solo tenía 15 años y estaba en esa etapa de la vida en la que uno absorbe e imita todo lo que tiene al rededor constantemente. No me quiero imaginar las cosas que tuvo que vivir y sufrir ahí adentro. Con mis viejos siendo un tiro al aire, tenía fácil acceso a drogas, mejor dicho, era algo normal para él. Había crecido en ese ambiente, lo habían criado para eso. No veían en él un futuro distinto, y si mis papás no lo veían, él mucho menos. Así fue como probablemente comenzó a consumir porquerías. Hasta puedo jurar que mi papá le convidó de esa cosa y de ahí se convirtió en una puerta de escape en la que se olvidaba de todo. La droga lograba en él lo que yo no pude hacer. Ella lograba llevárselo lejos de ese mundo tormentoso, pero sólo por unos momentos. Y para volver a escapar tenía que volver a ella. 
Me acuerdo cuando lo vi por primera vez después de 5 años, la verdad no fue uno de los reencuentros más lindos del mundo, es más, lo vi y algo dentro de mí se rompió. Me lo encontré tirado en la calle, drogado (porqué me sorprendería encontrarlo así) y todo golpeado. Al parecer, por lo que me contó, mi viejo se puso denso y se desquitó con él y con mi vieja. De ahí me lo llevé a mi casa, le curé las heridas (las físicas obviamente, porque las emocionales jamás pude). 
Estuvo dos meses viviendo en casa, yo encantada obvio. Por un momento pensé que lo había alejado de todo lo malo, pensé que estaba a salvo, protegido, pero evidentemente me equivoqué. Una noche, en la que estaba leyendo en la cama, sentí ruidos en el baño. Cuando fui a ver qué estaba pasando, mi hermano abrió la puerta. 

- ¿Qué fue ese ruido? - 

- Nada, se me cayó el cepillo de dientes. - 

- Pero sentí ruido de vidrios rotos... ¡A ver, vení! ¿Qué te pasó? - 

- Bueno, se me cayó el vaso de los cepillos y me corté, nada más. Tranquilizate, no pasa nada. - 

- ¿Se te cayó o lo tiraste? - 

- ¿Cómo lo voy a tirar? Macarena, no empecés por favor. - 

- Gonzalo, ¿vos te pensás que yo soy boba, que no me doy cuenta cuando te agarran ataques de abstinencia? Pibe ya me tiraste dos vasos y me rompiste la cerradura de la puerta. - 

- ¡Que pesada que sos! Después te pago los vasos si tanto te preocupa y te pago un cerrajero. - 

- Gonza, el problema no es la plata y lo sabés. No puede ser que cada vez que pasa esto te lastimes o rompas cosa. - 

- No es para tanto, ya está, ya pasó. - 

- Si, hasta que te quieras drogar de nuevo. Hasta ahí todo bien, ¿y después? - 

- Cortala. - 

- ... - 

- Enserio, no te preocupes tanto. - 

- ¿Por qué lo haces? - 

- ¿Por qué hago qué nena? - 

- Encima que me cuesta hacerte la pregunta te haces el idiota. - 

- No entiendo lo que me estás preguntando Maca. - 

- Sabés perfectamente de lo que hablo. - 

- ... - 

- ¿Por qué te drogas? - 

- No sé, me ayuda supongo. - 

- ¿En qué te ayuda? - 

- Me ayuda a vivir, me hace bien, me ayuda a soportar, me ayuda a evadir... - 

- Es ridículo pensar que algo "te ayuda" cuando en realidad te está destruyendo. - 

- ¡Pero tu realidad no es la misma a la mía Macarena! Mi vida no es tan perfecta como la tuya. Cuando yo me drogo me siento libre, en paz, con la tranquilidad que el mundo no puede darme. - 

- ¡Pero te hace mal Gonzalo! ¡Le estás ayudando a tu cuerpo a morirse, te estás matando y encima te sentís a gusto! 

- ¡Estoy enamorado de esta cosa! ¿No lo entendés? ¡La droga me da algo que la gente o las cosas materiales no pueden! No puedo parar de hacerlo. No es que no quiera, es enserio que no puedo, no puedo parar. Si es algo que me gusta, que me hace sentir bien, ¿por qué debería dejar de hacerlo? ¿Por qué no lo voy a hacer cuando me siento mal para que se me pase? - 

- Va a llegar un punto en el que tu cuerpo diga basta. En el que ya no aguante tanta porquería adentro. Por favor Gonzalo para de una vez. ¡Te estás envenenando vos solo y no te das cuenta! - 

- Entonces estoy enamorado del veneno. - 

- ¿¡Vos no me escuchas cuando te hablo!? ¡Te vas a morir y ni siquiera te importa! ¡Esa basura que te está corriendo por las venas en este instante te está intoxicando, ni siquiera estás cuerdo ya! - 

- Sí, no me queda cordura ya. Y mirame como si estuviera loco si querés, pero sí, ¡siento amor por el veneno que me está matando! - 

- ... - 

Al día siguiente me levanté para hacer el desayuno, puse la pava y fui al cuarto de mi hermano para despertarlo, pero se había ido. Y nunca volvió. Dos semanas después me enteré que había vuelto a la casa de mis papás, a vivir con ellos, así que fui a buscarlo. 

- ¡Tock! ¡Tock! - 

- Sí, ¿quién es? - 

- Gonzalo salí de ahí. - 

- Macarena ¿qué carajo haces acá? - 

- ¿Qué te pensás que hago? Agarra tus cosas que nos vamos a casa. - 

- Vos te volviste loca. - 

- Sí sí como quieras, pero nos vamos. - 

- ¡No! - 

- ¡Que sí! ¡Salí de ahí ya! ¡Dale, nos vamos te estoy diciendo! - 

- ¡Que no quiero te estoy diciendo enferma! ¡Salí! ¡Basta Macarena! ¡Soltame! ¡Que no me toques! - 

- ... - 

- ... - 

- ¿Qué haces imbécil? ¿¡No ves que estoy tratando de ayudarte!? - 

- Perdoname, no... No quería pegarte. Enserio discúlpame, no era mi intención. - 

- La cachetada es lo de menos. Por favor Gonza, volvé a casa. Te lo suplico. Vamos. - 

- No quiero. Andate. - 
Después de esa discusión, me alejé de la puerta, y por un momento pensé que mi hermano iba a salir de la casa y me iba a dar un abrazo eterno... Pero no pasó. Sentí que cerró la puerta y me di vuelta. Pude verlo asomado en la ventana mirándome fijamente a los ojos, esperando a que me fuera. Mientras me alejaba más y más de esa casa pensaba, ¡estás haciendo lo mismo que hace 5 años atrás! Lo estás abandonando. Lo estás dejando solo. Seguramente hay más de 7 personas ahí adentro, pero se encuentra solo. Y volví a cometer el mismo error, me escapé y me olvidé de él, pero esta vez era mucho peor, porque él ya había crecido, y no se dejó rescatar. 
Lo peor de todo es que sabía en mi interior que ya no iba a volver a encontrarlo drogado, sino muerto. En algún momento de la vida pensé que había nacido, que había venido al mundo a salvar a mi hermano. Y al final... No pude hacerlo. Ese día fue el peor de todos los días malos del universo. Creo que no hay nada más feo a lo que sentí en ese momento. Es espantoso que quieras ayudar a un hermano y éste te dé la espalda, que se entregue a la mismísima perdición. 
Llegué a casa y sentía más que nunca su ausencia. En verdad, en esos 5 años que estuve lejos de él, lo digo enserio, su ausencia jamás pesó más. 
Al día siguiente me levanté con un llamado a las 12:38hs, un llamado de la policía. 

- ¿Diga? - 

- Hola, ¿me comunico con Macarena Messa? - 

- Sí, ella habla. - 

-Señorita le hablo de la comisaría 37, y me temo que no es buena la noticia... - 

- ¿Qué fue lo que pasó? - 

- Su hermano... Falleció. - 

- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué le pasó? - 

- Sobredosis de drogas... Lo lamento mucho. - 

- ... - 

- Disculpe que le pregunte pero... ¿Quién se va a hacer cargo del velorio, el entierro y el papeleo? Porque la verdad no encontramos a otra persona cercana. - 

- Yo... ¿En dónde está el cuerpo? - 

- En el hospital San Bernardo. - 

- Voy para allá... - 

Pasó el velorio, el entierro y yo no podía perdonarme. Sentía odio. Odio conmigo misma, no podía parar de culparme. Esa noche no pude dormir. Pensaba, daba vueltas en la cama, lloraba y lloraba. Y en esos momentos me cuestionaba, me preguntaba y en verdad no podía entender el porqué de las cosas. 
No entendí por qué mi hermano no había aceptado volver conmigo a casa, porqué había vuelto al lugar en donde lo lastimaron tanto durante tanto tiempo. No entendía por qué tenía tanto amor hacia lo que le hacía daño. Se dañaba el mismo y lo disfrutaba. Era una persona que estaba tan acostumbrada al dolor que no sabía salir de ahí. Sentía empatía hacia lo que lo terminó matando, es más, él amaba a lo que lo asesinó, estaba enamorado, dependía de eso. Él le dio el poder para que lo terminara de extinguir y todavía no entiendo el porqué. Siento que no me amó a mí tanto como a esa porquería. 
No pude ayudarlo, no me dejó. Hubiera vuelto una y mil veces a esa cosa, la hubiera preferido una y otra y otra vez. Y al final terminó llevándoselo a quién sabe dónde, con su esencia en todo su cuerpo. Su amor venenoso tuvo un final... Pero no feliz. 



- Labene.




  

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Literatura latinoamericana: Discusiones Inestables II

Literatura Latinoamericana: discusiones inestables. Un ensayo...

Refrán - Emma Barrandeguy