Ceder

Ceder ¿Uno cede por motus propio? ¿o sólo lo hace cuando es inevitable el desgarro emocional? ¿Cedo cuando estoy enamorado? ¿O cedo cuando me someto?
¿Me someto al amor? ¿O es aquel amor al que me someto nada más y nada menos que otra treta de la aclamada perra - diosa que demanda el precio de tu libertad de expresión a cambio de la sobrevalorada sensación del amor de película?
Sin importar cuando ceda, la vida es insaciable. Ceder... Ceder... Ceder... un día me despierto y me encuentro que he cedido mi tiempo, mi juventud, mi paciencia, mis entrañas... Todo en nombre del amor al prójimo.
He cedido 18 años a la condena de vivir y, a cambio, sólo recibo despojos de personas más descocidas que vivas.
Llegan. Las remiendo. Se quedan un momento y se van. Un día de estos me quedaré sin hilo; llegará ese momento en donde todo habrá acabado y quizá, sólo quizá, recibo mi galardón.

¡Qué suerte la tuya, Alice! La perra - diosa ya no rasguña tus talones en busca de atención.



-Nicolás Corvin

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