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Don Quijote y Agilulfo: dos modos de representación del signo

  Foucault   escribiría acerca de Don Quijote que él, en sí mismo, era un signo .   Una   representación de un ideal llevado a cabo mediante su ingeniosa imaginación. “Largo grafismo flaco como una letra, acaba de escapar directamente del bostezo de los libros. Todo su ser no es otra cosa que lenguaje, texto, hojas impresas, historia ya transcrita. Está hecho de palabras entrecruzadas; pertenece a la escritura errante por el mundo entre la semejanza de las cosas”. (Foucault, 1968: 53) Don Quijote es la medida de aquello que ha leído.   Y cada episodio, cada decisión, cada hazaña serán signos de que Don Quijote es, en efecto, semejante a todos esos signos que ha calcado (Idem) La materialidad de la lectura extenuante de sus libros había llegado al punto de verse reflejado en él y su armadura, con la transfiguración o deformación de una mente ‘cuerda’ a una mente que desvariaba en aventuras inexistentes. Esta palabra última, trajo a mí una lectura que realicé con anterioridad so