El laberinto rojo



"En el pálido polvo he descifrado
rastros que temo. El aire me ha traído
en las cóncavas tardes un bramido
o el eco de un bramido desolado.
Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte
es fatigar las largas soledades
que tejen y destejen este Hades
y ansiar mi sangre y devorar mi muerte".
-Jorge Luis Borges



Él era un detective de 26 años que trabajaba en el FBI, y hacía muy poco le habían asignado un caso muy particular. Esta investigación se la dieron a él porque era el mejor detective que tenían en el departamento de justicia en ese entonces. Una noche recibió la ubicación del lugar al que debía ir a inspeccionar e investigar como primer paso, y apenas le llegó la información que necesitaba, se dirigió al lugar para comenzar a investigar, aunque sea como primera observación.
Como ya dije, era un hombre muy joven, muy apasionado por su trabajo y demasiado inteligente, y eso puede ser que le jugó en contra esa noche.
Mientras manejaba hacia su destino, hacía un análisis, una especie de repaso del caso que debía resolver. Habían desaparecido 15 personas en un bosque cerca de la carretera 11.  Además, se habían encontrado manchas de sangre en muchas partes del lugar y casi todas esas muestras de sangre coincidían con el ADN de las personas desaparecidas. El problema era que no podían darlas por muertas o algo por el estilo porque no sabían en dónde estaban los cuerpos, no tenían la certeza de que estuvieran muertas, tan sólo sabían que no aparecían por ningún lado desde hacía ya varios meses. El departamento del FBI revisó cada parte del bosque, pero por desgracia solo habían hallado más sangre.
El detective conducía lentamente, muy tranquilo, pensativo, y en menos tiempo de lo esperado ya estaba en la carretera 11 frente al bosque. Estacionó, se bajó del coche, caminó un par de pasos dentro del bosque en un camino ya marcado por el FBI y de repente empezó a sentirse observado, como que lo miraban desde arriba, una mirada vigilante que provenía de los árboles; miró a lo alto de la copa de los pinos por un par de minutos y como no pudo ver nada fuera de lo normal, no le dio importancia y siguió su camino.
Cuando ya estaba completamente dentro del bosque, comenzó a escuchar gritos, gritos desgarradores, como si estuvieran pidiendo auxilio. Estos gritos sonaban cada vez más lejos, como si se alejaran de él cada vez un poco más y en esa duda de no saber qué hacer decidió seguir los gritos extraños.
Él no era un detective miedoso, al contrario, era muy valiente, audaz y por eso no se retiró ni pidió refuerzos en esos momentos, pero tenía muy mal presentimiento. No sabía de dónde venían esos gritos, no sabía si eran gritos que pedían ayuda, gritos de desesperación o alguna otra cosa. Lo peor para él era que estaba caminando solo por un bosque que no conocía, no tenía arma, ni linterna; sólo tenía la intriga que lo acompañaba y le daba más valor para adentrarse aún más en el lugar. Una intriga de saber lo que estaba pasando. La misma intriga que lo acompañaba en todos los casos que asumía. La misma que quería saberlo todo; la que quería llegar al fondo de cada asunto. La que quería saber en dónde estaban los desaparecidos, si estaban vivos, porqué habían desaparecido, si estaban muertos, quién los había matado, si eran ellos los que estaban emitiendo esos gritos espantosos, por qué estaban gritando, si los estaban torturando, quién o quiénes los estaban torturando. Y miles de preguntas sin respuesta que atormentaban la cabeza de este detective; preguntas que sí o sí necesitaba responderse.
Llegó a un lugar del bosque en donde ya ni siquiera la luz de la luna podía alumbrar sus pasos. Estaba completamente oscuro y corría un viento escalofriante. Por cada paso que daba dentro del lugar, parecía que la luz de la luna se iba apagando un poquito más.  Hasta que llegó a un punto en el que no veía nada de nada. Para ese entonces los gritos ya habían cesado y ya sabía que estaba en el medio del bosque, había notado que llevaba varias horas caminando y que le iba a ser bastante difícil regresar a la carretera en donde se encontraba su auto; observó en la oscuridad a su alrededor y sin ver nada pudo percibir que se había alejado del camino principal.
Estuvo un rato largo caminando en la oscuridad y de un momento para el otro tropezó con algo. Tirado en el suelo comenzó a inspeccionar el piso con sus manos para ver con qué se había caído, hasta que su mano izquierda tocó un objeto; era una linterna. Se levantó del suelo con la linterna en mano y alumbró el camino. Fue entonces cuando no pudo creer lo que vio.
Se encontraba en un pasillo muy largo, con el techo, paredes y piso completamente de color rojo, rojo sangre, que incluso si la luz de la luna lo hubiera alumbrado parecería negro. No entendía nada. En aquel momento se preguntaba mientras buscaba la manera de salir de ahí, cómo había entrado en aquel sitio, por qué nadie lo había visto antes, por qué nadie hablaba de este lugar, o si lo conocían siquiera. Constantemente trataba de responder sus dudas, se cuestionaba si aquel extraño y desconocido pasillo tendría algo que ver con los desaparecidos. 
Mientras más adentro del pasillo estaba, más miedo sentía. Ya no quedaba nada de esa esencia que mantenía el detective valiente. Ahora estaba asustado, el corazón le latía fuerte y rápido, tenía dificultad para respirar y por sobre todo para salir de aquel lugar. Cada vez que giraba para tomar otro camino, el pasillo rojo continuaba. Camino que eligiese, camino que continuaba pintado de rojo. No importaba si se dirigía hacia la derecha o hacia la izquierda, el pasillo rojo seguía ahí.
Muy tarde comprendió que había entrado en un laberinto y que iba a ser demasiado difícil salir de él. Este parecía ser interminable. Cuando ya había recorrido los pasillos por horas sin ninguna señal de avance para salir, escuchó un sonido parecido al de una alarma. El sonido lo escuchó tan fuerte que casi lo deja sordo, y de repente comenzó a hablarle una voz femenina que no podía identificar de donde venía, parecía estar en todos lados, pero al mismo tiempo se escuchaba tan lejana.
La voz le decía que el bosque en el que él había entrado sin ninguna clase de permiso era completamente privado y tenía ciertas reglas, reglas que por supuesto él había roto. Primero el entrar sin permiso, que estaba terminantemente prohibido. Por tales acciones iba a tener que recibir como una clase de prueba. Debería adentrarse en el laberinto rojo y en un tiempo determinado tenía que encontrar la manera de salir, así podrían considerar perdonar sus faltas y dejarlo ir. Pero como no pudo cumplir con la cláusula, ahora debía quedarse atrapado allí con los demás que tampoco lograron salir a su debido tiempo.
El detective después de eso jamás fue encontrado, lo único que hallaron fue una mancha de sangre en el bosque y lo agregaron a la lista de desaparecidos. Ahora nadie sabe en donde se encuentra. Nadie sabe que su cuerpo y luego en muerte su alma estará condenada a vagar por los pasillos de ese laberinto rojo que nadie excepto los de adentro han visto. Su desaparición fue un total misterio jamás resuelto y la verdad la saben unos pocos. Sólo nosotros, yo y ahora usted sabemos de su historia.


- Labene.

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